viernes, 16 de julio de 2010

Mi cita con una estrella porno

La disputa más común en el porno proviene de los amantes del amateur contra los devotos del sexo profesional. Unos quieren imágenes de baja calidad pero de innegable realismo; los otros quieren alta definición, pero de evidente fingimiento. Se podría pensar que son dos bandos irreconciliables, pero para la industria del sexo nada puede no coger con su contrario. Al fin de cuentas, ha hecho de cualquier cohabitación posible su ganancia. 

La serie “Can he score?” de Bang Bros muestra a supuestos sujetos comunes y corrientes intentando ligar con una estrella porno. En el capítulo denominado “Madison & the mexican cliché”, Oscar, un connacional de 28 años tiene una cita con la germana Madison Ivy, una deliciosa rubia de 20 años y ochenta videos sexuales en su haber.



Al modo de los programas televisivos sobre citas, cada uno de los protagonistas comparte a la cámara sus preferencias: el mexicano dice que le gustan “las brasileñas, las latinas, las asiáticas” y los “culos grandes”. A su vez, Madison informa que le gustan los delgados, atractivos y con penes largos y que, entre sus logros destaca ser cinta negra en felaciones.

Pintado así no dejaría de ser un reality como cualquier otro, con la sola diferencia del sexo explícito. Sin embargo, la serie tiene el atractivo de la edición: todo el tiempo aparecen figuras que se burlan de cualquier cosa que digan los protagonistas. Cuando Madison abre la puerta y ve la complexión gorda y el rostro moreno de Óscar, un globo de pensamiento aparece con la frase: “Mi techo no necesita limpieza”, y cuando él le informa que viene de parte de Bang Bros, el mensaje cambia a “¡Oh, no! ¡Es mi cita! Mataré a mi agente”.


¿Cómo ligarse a una actriz porno? La pregunta sólo evidencia la estupidez de los pretendientes quienes se ponen nerviosos ante una mujer despampanante pero que evidentemente terminará con ellos en la cama. Para hacer plática, Óscar pregunta cosas como si quiere tener niños o qué debe tener su chico perfecto para una boda (el globo de pensamiento responde a esto último: “Que no esté ilegalmente en el país”). Hablan de mascotas (el mexicano tiene un chihuahua y ella piensa: “Eres un cliché andante”) y de experiencias sexuales (Óscar asegura que ha participado en tríos y ella piensa: “¿Por qué no te creo?”). La cosa no puede ser más horrible: cuando él está distraído pidiendo comida para llevar, ella hace un ademán de suicidio. Es la peor cita del mundo y nuestro compatriota todavía no se ha dado cuenta.



Llegan a la sala de Madison. Después de mucho tiempo intercambiando opiniones superficiales es momento de que él actúe. La seducción en  un inglés infame sólo puede ser superada por la torpeza al momento de tocar a una estrella XXX. Es como darle un Stradivarius a un tipo con Parkinson. 

Acá es el momento en que el amateurismo y el porno profesional se reúnen en un mismo lecho. Óscar tiene la complexión gorda de un empleado de supermercado y ella el cuerpo de una modelo de ropa interior. Él es lerdo y ella intenta hacer lo que se supone que mejor sabe: simular. Pero todo tiene un límite: después de estar algunos minutos copulando, la pantalla se pone negra y aparece una leyenda: “Madison se aburrió de fingir y detuvo la acción”. La escena siguiente muestra a Óscar tomando la salida de la vergüenza. ¿Se trató de un simulacro?, ¿será Óscar un actor que sólo se prestó para el papel de mexicano fracasado? El grado de humillación al que es sometido hace suponer que sí, pero su desempeño deja pocas dudas sobre su naturalidad. Se trata de un medio controlado (seguido detalladamente por la cámara, a diferencia del amateurismo), pero que ha logrado integrar la espontaneidad, el fiasco, el nerviosismo, los cuerpos comunes y corrientes. La industria, de nuevo, ha devorado un género más.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Por un momento me ilusioné y pensé que había triunfado el amor, y ya ves...

Por lo menos pudo poner su pene dentro de ella un rato sin ser acusado de violación. No se puede decir que no haya ganado algo, y qué le costó? Humillación pública? En los otros realities las sufres peores y ni siquiera manoseas a alguien.