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Hoy recordé la primera vez que vi una porno. Esto porque leí una nota que dice que las principales búsquedas de los adolescentes en Internet contienen las palabras ’sexo’ y ‘pornografía’. Entonces me acordé de que cuando era chavita, un día mi hermana buscaba un video de no sé qué chingados en el cuarto de mi hermano. Encontró otro, sin título ni nada y lo puso para ver si era el que estaba buscando y, ¡oh sorpresa!, toma cerrada de penetración intensa y rápida con gemidos y toda la cosa. Mi hermana quitó de inmediato el video y yo me quedé con un gran signo de interrogación en mi mente. ¿Qué chingados es lo que vi? Sí, sexo pero ¿lo graban? ¿Te cae? ¿QUÉ PEDO?
Esos tres segundos de pornografía alteraron mi mente. Un día revisé el cuarto de mi hermano de nuevo pero no encontré nada. Una amiga y yo planeamos ver una porno juntas pero no sabíamos de dónde chingados sacarla. Me sentía toda frustrada y la curiosidad no me dejaba en paz. Pero un día, en la mera edad de la hormona, un amigo me dijo: “no puedo dejar de ver pornografía”. Entonces lo chingué hasta que me prestó una película. Jajaja. Vi la película toda una tarde, ya saben, con el corazón acelerado y una energía que se acumulaba cada vez más y más en la zona genital. Chaqueta 1, 2, 3, 4 y 5. Acabé agotada y no sé, con un algo culpígeno: ¿qué pensarían mis amigas si les digo lo que hice hoy? ¿Qué pensaría mi madre? El pedo es que me gustó y entonces lo volví a hacer una y otra vez; y le pedí a mi amigo películas distintas y después descubrí que los canales porno de Cablevisión te regalaban cinco minutos de señal después de las tres de la mañana y me desvelaba para verlos. El pedo era imparable.
Reflexionando me di cuenta de que no es que me estuviera convirtiendo en una adicta al sexo. Más bien estaba en la edad de la hormona muy cabrón y adoraba la chaqueta (aún la amo, mucho) y las relaciones se me hacían muy complicadas. O sea, el sexo real tenía una carga de cosas con las que no podía lidiar, como los celos, el amor, los malviajes, qué sé yo. En cambio ese momento mío era mío y ya, y yo podía fantasear y disfrutar sin que nadie interviniera. Pero después empecé a sentirme rara. Le conté a una amiga mucho mayor que yo. Y me dijo: “No mames, deja de ver esas mamadas. Renta una película romántica y te dejarás de sentir de la chingada. No puedes pasarte la vida caliente con películas que cosifican a la mujer”. Sí, ella era muy feminista pero en algo tenía razón. Yo no creo que las mujeres tenemos que ver pendejadas ultrarománticas y ultracursis para ser felices. Al menos no es mi caso, aunque sí me gusta el romance y detesto a los hombres machitos y misóginos. Pero también es un hecho que en la pornografía existen algunos mitos que quizá pueden ser en parte responsables de la insatisfacción de muchas chicas y sobre todo, de la desinformación y el mal desempeño sexual de muchos hombres. En especial me refiero a la idea de que la penetración basta para que una mujer sienta placer. Jejeje. Perdón pero siempre que menciono esta frase me muero de risa. Es la idea más estúpida del universo. Y por supuesto, la pornografía ha ayudado muchísimo a que se integre en las mentes masculinas y femeninas: si vemos viejas ‘perfectas’ aullando por un güey que no hace nada más que penetrar y mirar su órgano sexual, entonces seremos, como lo dije en otro post, una eterna sociedad de malcogidos. Los hombres pensarán que eso es suficiente y se olvidarán de lo más importante: el foreplay, el sexo oral, las almohadas, los besos en las chichis, el black kiss, bueno, la lista es interminable. Por su parte, muchas chicas que también piensan que la penetración lo es todo, tienen su primera experiencia sexual y comienzan a pensar que algo anda mal en ellas. “¿Por qué no siento placer? ¿Por qué no siento nada? ¿No debería estar aullando como la tetona de la película?” Pues no. Así no es el pedo. Es una parte importante, pero falta todo lo demás.
Dejando de lado este mito, que tanto daño le ha hecho a nuestra sexualidad, yo sí disfruto la pornografía. Tengo mis películas y mis escenas favoritas. Me gusta verlas sola y también acompañada (jejeje). Cuando estoy con alguien le propongo que imitemos lo que vemos en pantalla. Es riquísimo. Inténtelo, se los recomiendo muchísimo. Pero también incluyan el jugueteo sexual que no vemos en esas películas. Si no, no tiene chiste.
Esos tres segundos de pornografía alteraron mi mente. Un día revisé el cuarto de mi hermano de nuevo pero no encontré nada. Una amiga y yo planeamos ver una porno juntas pero no sabíamos de dónde chingados sacarla. Me sentía toda frustrada y la curiosidad no me dejaba en paz. Pero un día, en la mera edad de la hormona, un amigo me dijo: “no puedo dejar de ver pornografía”. Entonces lo chingué hasta que me prestó una película. Jajaja. Vi la película toda una tarde, ya saben, con el corazón acelerado y una energía que se acumulaba cada vez más y más en la zona genital. Chaqueta 1, 2, 3, 4 y 5. Acabé agotada y no sé, con un algo culpígeno: ¿qué pensarían mis amigas si les digo lo que hice hoy? ¿Qué pensaría mi madre? El pedo es que me gustó y entonces lo volví a hacer una y otra vez; y le pedí a mi amigo películas distintas y después descubrí que los canales porno de Cablevisión te regalaban cinco minutos de señal después de las tres de la mañana y me desvelaba para verlos. El pedo era imparable.
Reflexionando me di cuenta de que no es que me estuviera convirtiendo en una adicta al sexo. Más bien estaba en la edad de la hormona muy cabrón y adoraba la chaqueta (aún la amo, mucho) y las relaciones se me hacían muy complicadas. O sea, el sexo real tenía una carga de cosas con las que no podía lidiar, como los celos, el amor, los malviajes, qué sé yo. En cambio ese momento mío era mío y ya, y yo podía fantasear y disfrutar sin que nadie interviniera. Pero después empecé a sentirme rara. Le conté a una amiga mucho mayor que yo. Y me dijo: “No mames, deja de ver esas mamadas. Renta una película romántica y te dejarás de sentir de la chingada. No puedes pasarte la vida caliente con películas que cosifican a la mujer”. Sí, ella era muy feminista pero en algo tenía razón. Yo no creo que las mujeres tenemos que ver pendejadas ultrarománticas y ultracursis para ser felices. Al menos no es mi caso, aunque sí me gusta el romance y detesto a los hombres machitos y misóginos. Pero también es un hecho que en la pornografía existen algunos mitos que quizá pueden ser en parte responsables de la insatisfacción de muchas chicas y sobre todo, de la desinformación y el mal desempeño sexual de muchos hombres. En especial me refiero a la idea de que la penetración basta para que una mujer sienta placer. Jejeje. Perdón pero siempre que menciono esta frase me muero de risa. Es la idea más estúpida del universo. Y por supuesto, la pornografía ha ayudado muchísimo a que se integre en las mentes masculinas y femeninas: si vemos viejas ‘perfectas’ aullando por un güey que no hace nada más que penetrar y mirar su órgano sexual, entonces seremos, como lo dije en otro post, una eterna sociedad de malcogidos. Los hombres pensarán que eso es suficiente y se olvidarán de lo más importante: el foreplay, el sexo oral, las almohadas, los besos en las chichis, el black kiss, bueno, la lista es interminable. Por su parte, muchas chicas que también piensan que la penetración lo es todo, tienen su primera experiencia sexual y comienzan a pensar que algo anda mal en ellas. “¿Por qué no siento placer? ¿Por qué no siento nada? ¿No debería estar aullando como la tetona de la película?” Pues no. Así no es el pedo. Es una parte importante, pero falta todo lo demás.
Dejando de lado este mito, que tanto daño le ha hecho a nuestra sexualidad, yo sí disfruto la pornografía. Tengo mis películas y mis escenas favoritas. Me gusta verlas sola y también acompañada (jejeje). Cuando estoy con alguien le propongo que imitemos lo que vemos en pantalla. Es riquísimo. Inténtelo, se los recomiendo muchísimo. Pero también incluyan el jugueteo sexual que no vemos en esas películas. Si no, no tiene chiste.
2 comentarios:
MUY BUEN POST, I LOVE ANNIE
ES UNA FANTASIA DE CUALQUIER ZORRO TENER UNA CHAVA ASI Y QUE REALMENTE SEPA LO QUE LE GUSTA.
ATTE. JAVIER VERA.
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