«Me alegro de ser un hombre, creo yo, pero a veces no me alegro tanto de ser un hombre a finales del siglo XX. A veces pienso que preferiría ser mi padre. Nunca tuvo que preocuparse por cumplir, pues nunca supo siquiera qué tenía qué cumplir; nunca tuvo que preocuparse del lugar que ocupaba dentro de los mejores cien de todos los tiempos para mi madre, porque fue el primero y el último de la lista. ¿No sería fenomenal que uno pudiera hablar de estas cosas con su padre?»
«Puede que un día incluso lo intente. “Oye papá, ¿has tenido que preocuparte alguna vez por el orgasmo femenino, ya sea en su manifestación clitoridiana o en su manifestación vaginal, sin perder de vista que ésta casi seguro que es pura mitología? A decir verdad, ¿sabes bien qué es el orgasmo femenino? ¿Qué me dices del punto G? ¿Qué significaba en 1955 ‘ser bueno en la cama’, caso de que significase algo? ¿Cuándo se implantó en Gran Bretaña la práctica del sexo oral? ¿Envidias mi vida sexual, o te parece que es demasiada trabajosa? ¿Te ponías alguna vez nervioso al pensar en cuánto podías aguantar en la acción, o en tus tiempos no se pensaba siquiera en esas cosas? ¿No te alegras de no haber tenido que comprar nunca libros de recetas vegetarianas como paso previo al momento en que pudieras meterte dentro de las bragas de una mujer? ¿No te alegras de no haber tenido nunca esa conversación, ya sabes, ‘puede que seas un tipo estupendo, pero ¿limpias el cuarto de baño alguna vez?’, que se suele dar cuando menos lo esperas? ¿No te alivia haberte ahorrado los peligros del parto al que se enfrentan todos los hombres en la modernidad?” Y me pregunto, dicho sea de paso, qué diría él si no estuviese amordazado por su clase social, su sexo y su retraimiento, su falta de seguridad, probablemente contestaría algo así: “Mira, hijo: deja de quejarte. En mis tiempos no se había inventado aún el buen polvo, y por muchas recetas vegetarianas que leas, por mucho que limpies el cuarto de baño, te lo pasas mucho mejor de lo que nosotros pudimos soñar siquiera”. Y tendría toda la razón, es verdad.)»
Nick Hornby, Alta fidelidad.
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